domingo, 10 de abril de 2011

Un Cuento Chino, es un cuento humano

Como estoy buscando trabajo en comunicación o prensa, como redactora o cronista y aprovecho que fui a ver la película "Un Cuento Chino" para dejarles aquí una breve reseña de mi autoría —aunque no soy crítica de cine, sino apenas disfruto de este arte— para que cualquier interesado me contacte... y mis amigos virtuales hagan correr la voz:

Hace ya varios años, creo que desde "Nueve Reinas" o tal vez "El Hijo de la Novia", que la consciencia colectiva dice que Ricardo Darín es un buen actor. Algo que podría haberse confirmado con el Oscar que "El Secreto de sus Ojos" recibió el año pasado... Es decir que si yo comentara esto, no estaría diciendo ninguna novedad. La facilidad de Ricardo Darín para meterse en la piel de personajes tan diferentes de una película para otra es de verdad una atracción hacia cualquier filme que lo tenga como protagonista.
En esta mi sorpresa pasó por la actuación de Ignacio Huang el chino que le da título e historia a la ficción. Es el personaje que durante toda la película mantiene ese misterio necesario para conmover —y mucho— y demostrar que el ser humano tiene muchas más herramientas de comunicación que solo las palabras. La interacción entre ambos, Darín y Huang, fluye con naturalidad y facilita la fantasía de que la situación que atraviesan ambos podría sucederle a cualquier hijo de vecino.

La película cuenta el encuentro de Roberto De Cesare un ferretero hosco, rutinario, ermitaño, coleccionista de noticias absurdas y que cree que la vida es un sinsentido, con Jung un joven chino huérfano que llega al país buscando a su "Tapo", su tío en español, que no habla una palabra del idioma y que apenas llega se encuentra con la realidad porteña llena de "sensación de inseguridad" cuando recién bajado del avión el taxista lo asalta y lo deja sin un mango.
La imposible convivencia entre ellos y negar que se ayudan mutuamente es el Cuento Chino de la película en la que también aparece una tercer personaje, que a uno le da la impresión que sin el chino Roberto/Darín jamás la hubiera percibido. Es Mary, la cuñada de un vecino (interpretada por Muriel Santa Ana), que vive en el campo lejos de Buenos Aires y que está por completo enamorada de Roberto, que no se da por aludido más allá de recordar con frecuencia algún revolcón que ambos tuvieron hace un muy largo tiempo.


Darín interpreta a Roberto con muchísima verosimilitud, transmite las características del personaje sin problemas y lo convierte en un tipo de barrio con semejanzas a la gente común, que está harto de que lo caguen toda la vida pero su enojo frecuente lo lleva a rebelarse contra la burocracia pública o el abuso de poder.
Ignacio Huang interpreta a Jung con excelente calidad, con una capacidad actoral para transmitir emociones que permite entenderlo aunque no hable una sola palabra en español en toda la película. Una gran actuación de este actor que se destacó hasta ahora por sus trabajos en el cine independiente y que conmueve en esta primera aparición en un largometraje comercial.
La dirección de Sebastian Borestein se percibe en los puntos de vista elegidos para contar las fantasías del personaje de Darín, en la escena de la vaca caída del cielo con la que comienza la película y que luego se repite varias veces en los recuerdos del personaje de Huang y en la elección de la mezquindad de color para retratar a dos personajes golpeados por las circunstancias de sus vidas. Es la primera película en la que se encuentra esta dupla y realmente genera una felicitación a los productores que consiguieron esa unión, sería muy bueno que pudiera repetirse en otra oportunidad.



Esta comedia costumbrista por momentos sirve para reírse mucho y divertirse de los malos entendidos interculturales y de las situaciones cotidianas contra las que se revela el ferretero Roberto. Durante los 93 minutos que dura el filme la comedia está presente, pero como esta es una historia de mucha humanidad, también está presente la compasión, la melancolía, la soledad y los dolores que llevan los personajes en sus vidas que al final hace que esa vaca del afiche tenga sentido y que uno entienda lo que dice Jung/Ignacio... y hasta salga del cine con la convicción de seguir ese camino.
Porque al final, las vacas sí pueden volar...

La crítica queda para el final y en realidad no es en forma directa hacia el film, sino hacia el individualismo de los espectadores. La idea de poner los créditos finales en chino y español es muy buena, pero el video de la noticia absurda con la que comienza el film y que sobrevuela toda la historia aparece unos minutos después que en la sala se enciendan despacito las luces tenues cuando muchos espectadores apurados por irse ya se habían levantado de sus sillas. El caso es que muchos probablemente se perdieron ese detalle en su veloz huida de la sala y otros —como en mi caso— se lo perdieron por la enorme cantidad de gente parada que no tiene siquiera la cortesía de sentarse ante el pedido reiterado de quienes aún están sentados en sus butacas y esperan que termine el film para retirarse.
Una pena que ese mensaje que el chino Jung nos quiere transmitir en la película, no llegue a permanecer en la conciencia de los asistentes ni el tiempo necesario para que el film realmente termine.

Como extra les dejo el tema musical de la película, que en realidad es una clásica canción mandarina compuesta en 1954 por Zhou Lanping y que Teresa Teng hizo famosa. Se llama Green Island Serenade /// Serenata de la Isla Verde.
 
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